Interesante discurso del
1º de mayo de 1913, de Lenin.
Lo tipeamos con el compañero Guille, (textual, incluso las referencias son las de la edición de
Cartago), porque no lo encontramos digitalizado. Para el/la que las tenga está en el Tomo XIX de las Obras Completas.
Leer un texto que no considera al 1º de mayo como mero recordatorio histórico y el raconto
de hechos, si no por la necesaria reflexión y por la síntesis que hace
de la importancia de la tarea cotidiana del partido en las tareas
preparatorias, en ser parte de la preparación de las condiciones
subjetivas para la revolución, el periódico y las publicaciones de
agitación. La diferencia que necesariamente hay que hacer entre partido
de masas y partido con influencia de masas. El trabajo abierto y
clandestino del partido. Y el rol a jugar por el proletariado
industrial, acaudillando a los demás sectores
de clases explotadas y oprimidas.
Y
la dura advertencia de la experiencia que necesariamente tienen que
hacer las masas en las huelgas revolucionarias, y contra la falta de
"fe" de los reformistas de toda calania.
Vir-1º de mayo, 2012
LA CELEBRACIÓN DEL
PRIMERO DE MAYO POR EL PROLETARIADO REVOLUCIONARIO
Lenin, 1913
Se ha cumplido el primer aniversario de los sucesos de Lena y el primer auge decidido del movimiento
obrero revolucionario después del golpe de estado del 3 de junio. Las Centurias
negras zaristas y los terratenientes, la banda de funcionarios y la burguesía
han celebrado el tricentenario de saqueos, de pillaje semejante a la de las
invasiones tártaras y del envilecimiento de Rusia por los Romanov. La IV Duma
se ha reunido y ha iniciado “su trabajo” falta de fe en él y sin la energía
contrarevolucionaria de antaño. El desconcierto y el tedio se ha apoderado de
la sociedad liberal que rumía con desganos sus llamamientos a las reformas.
Y al mismo tiempo reconoce la imposibilidad de nada que se
le parezca.
Y de buenas a primeras, hiende el aire, como un rayo en
medio de la atmósfera brumoso, morecina y melancólica, la celebración del 1º de
mayo por la clase obrera de Rusia, que al principio hizo su ensayo en Riga y
luego actuó con decisión en Petersburgo, en el día del 1º de mayo, según el
calendario de estilo antiguo. A cientos de viejos revolucionarios, a quienes
aún no han rematado ni doblegado las persecusiones de los verdugos y la
apostasía de los amigos, y también ante millones de hombres de la nueva
generación de demócratas y socialistas han vuelto a plantearse en toda su
grandeza las tareas de la próxima revolución y se han delineado las fuerzas de
la clase de vanguardia que la dirige.
Ya unas cuantas semanas antes del Primero de Mayo, el
gobierno daba la impresión de haber perdido la cabeza, y a la actitud de los
señores fabricantes era la de gente sin juicio. Parecía que las detenciones y
registros no habían dejado piedra sobre piedra en todos los barrios obreros de
la capital. Las provincias no quedaron a la zaga del centro. Los fabricantes,
agitados, convocaban asambleas, hacían declaraciones contradictorias, ya
amenazando con represalias y lockouts, ya cediendo de antemano y resignándose a
cerrar las fábricas, tan pronto incitando al gobierno a cometer ferocidades,
como reprochándole y exhortándolo a incluir el Primero de Mayo entre los días “festivos”.
Pero de nada sirvió que se esforzase la gendarmería, que “limpiase”
las barriadas fabriles, que detuviese a diestro y siniestro, guiándose por la
última “lista de sospechosos”. Los obreros se reían de la impotente rabia de la
pandilla zarista y de la clase de los capitalistas, tomaban a la chacota los
tonantes y repartían-o transmitían de boca en boca- versos satíricos y sacaban
a la luz, como por arte de magia, nuevos y nuevos puñados de hojas volantes
pequeñas, mal impresas, cortas y simples, pero convincentes, exhortando a la
huelga, y a la manifestación, y evocando las viejas consignas revolucionarias
íntegras de la socialdemocracia, que dirigió en 1905 el primer asalto de las
masas contra la autocracia y la monarquía.
Cien mil huelguistas hubo el Primero de Mayo-decía al día siguiente
la prensa gubernamental-. Ciento veinticinco mil –informaban los periódicos
burgueses en los primeros despachos telegráficos (Kievskaia Misl)-. Ciento
cincuenta mil –telegrafiaba desde Petersburgo el corresponsal del órgano
central de la socialdemocracia alemana-. Y un día más tarde, toda la prensa
burguesa daba ya la cifra de doscientos /doscientos veinte mil. ¡En realidad,
el número de huelguistas ascendió a doscientos cincuenta mil!.
Pero aparte del número de huelguistas del Primero de Mayo,
fueron mucho más imponentes – y mucho más significativas- las manifestaciones
revolucionarias de los obreros en las calles cantando himnos revolucionarios y
exhortando clamorosamente a la revolución en todos los suburbios de la capital
y en todos los extremos de esta, las multitudes obreras, que enarbolaban
banderas rojas, se batieron durante varias horas contra las fuerzas de la
policía y de la Ojrana, a las que movilizó el gobierno con energía decuplicada.
Y los obreros supieron dar a entender a los esbirros más acérrimos del zarismo que la lucha no era
una bagatela, que la policía no se enfrentaba con cuatro eslavófilos de juguete[i],
que se habían alzado verdaderamente las masas, de la clase trabajadora de la
capital.
La manifestación abierta de los anhelos revolucionarios del
proletariado, de sus fuerzas revolucionarias, templadas y solidificadas con
nuevas generaciones en sus llamamientos revolucionarios al pueblo y a los
pueblso de Rusia, resultó, en verdad, brillante. Si el año pasado el gobierno y
los patronos podían consolarse pensando que el estallido del Lena era imposible
de preveer, y, por consiguiente, no había modo de adoptar medidas perentorias
para atajar sus derivaciones, la previsión de la monarquía fue esta vez de lo
más exacta, el tiempo para aprestarse fue larguísimo, y las “medidas” tomadas de
lo más “enérgicas”; y todo ello trajo como resultado una revelación palmaria de
la impotencia de la monarquía zarista ante el despertar revolucionario de las
masas proletarias.
Si, el año de lucha huelguística transcurrido desde los
sucesos del Lena han evidenciado-a pesar de los aullidos lastimeros de los
liberales y de sus acólitos contra “el frenesí huelguístico”, contra las
huelgas “sindicalistas”, contra la combinación de la huelga económica con la
huelga política y viceversa-la potencia del arma insustituible que se forjó el
proletariado socialdemócrata, en esta época revolucionaria, para hacer la
agitación entre las masas, para despertarlas, para atraerlas en la lucha. La
huelga revolucionaria de masas no daba al adversario ni paz ni tregua. A más de
afectar el bolsillo del enemigo, pisoteaba en el lodo a la vista del todo el
mundo el prestigio político del gobierno zarista, supuestamente “fuerte”;
permitía que sectores obreros cada vez más numerosos recuperasen aunque sólo
fuese una partícula de las conquistas del año de 1905; atraía ala lucha a
nuevas capas de trabajadores, abarcando hasta los más atrasados; y, sin agotar
la fuerza de los obreros, por tratarse casi siempre de una acción breve y
demostrativa, preparaba, al mismo tiempo, nuevas acciones abiertas de las masas,
todavía más imponentes y más revolucionarias: las manifestaciones callejeras.
El número de huelguistas políticos, el tesón, la diversidad
y la energía de las huelgas de Rusia no se han observado en ningún otro país del
mundo en el último año. Ya de por si, esta circunstancia revela toda la ruindad
y toda la despreciable necedad de los sabios liberales y liquidacioncitas que
pretendían “enmendar” la táctica seguida por los obreros en los años 1923 y
1913, adaptándola a la norma de los períodos constitucionales “europeos”,
períodos en que predomina la labor preparatoria
de ilustración socialista y de educación de las masas.
La enorme preponderancia de las huelgas rusas sobre la de
los demás países – los más adelantados- no habla en modo alguno de cualidades
particulares o facultades especiales de los obreros de Rusia, si no solo de la
existencia de condiciones especiales en la Rusia actual, de la existencia de
una situación revolucionaria, de la gestación de una crisis revolucionaria
inminente. Cuando en Europa se avecine un momento análogo de gestación de la
revolución (allí será una revolución socialista, y no democrático burguesa como
en nuestro país), el proletariado de los países capitalistas más desarrollados desplegará una energía
incomparablemente mayor en sus huelgas revolucionarias, en las manifestaciones y en la lucha armada
contra los defensores de la esclavitud asalariada.
La huelga de mayo de este año, al igual que una serie de
huelgas registradas en Rusia durante el último año y medio reviste carácter
revolucionario, a diferencia, no sólo de las huelgas económicas corrientes, si
no también de las demostrativas y de aquellas huelgas políticas en que se
exigían reformas constitucionales, como , por ejemplo, la última huelga de
Bélgica[ii].
Los prisioneros de la ideología liberal, que han perdido la costumbre de
enfocar los fenómenos, desde el punto de vista revolucionario, no aciertan a
comprender de ningún modo esta peculiaridad de las huelgas rusas, determinada
plenamente por la situación revolucionaria de Rusia. La época de la contrarevolución y del apogeo de la tendencia adjuracionista
ha dejado demasiada gente de ese jaez incluso entre los que desean llamarse
socialdemócratas.
Rusia vive una situación revolucionaria porque se ha
agudizado al máximo la opresión de la aplastante mayoría de la población, no
sólo del proletariado, sino de las 9/10 partes delos productores, en especial
de los campesinos, siendo de notar que la opresión agudizada, el hambre, la miseria,
la ausencia de derechos y los ultrajes al pueblo se hallan en flagrante
desacuerdo con el estado de las fuerzas productivas de Rusia, con el grado de
conciencia y con el nivel de las reivindicaciones de las masas, despertadas por
el año 1905, así como con el estado de cosas en todos los países vecinos, no
sólo europeos, sino también asiáticos.
Mas con ello no basta. La sola presión por grande que sea no
siempre origina una situación revolucionaria en un país. Para que estalle la revolución
no basta con que los de abajo no quieran
seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como
hasta entonces. Eso es exactamente lo que observamos hoy en Rusia. La crisis
política madura a ojos vistas. La burguesía ha hecho todo lo que ella dependía para apoyar a la contrarevolución y
lograr un “desarrollo pacífico” sobre la base de la misma. Ha subvencionado a
los verdugos y feudales en la medida en que estos lo deseaban; ha difamado la
revolución, ha renegado de ella; ha lamido las botas a Purishkievich y el
látigo de Markov II, se ha convertido en
servidora de ellos, ha inventado teoría argumentadas “a la europea”, para
cubrir de lodo la revolución supuestamente “intelectual” del año 1905 y
tildarla de pecaminosa, ladrona, antiestatal, etc, etc.
Y pese a haber sacrificado su bolsillo, su honor y su
conciencia, la propia burguesía, desde los Kadetes hasta los octubristas,
reconocen que la autocracia y los terratenientes no pudieron garantizar un “desarrollo
pacífico”, no pudieron garantizar las condiciones elementales de “orden” y de “legalidad”,
sin las que no puede vivir en el S XX un país capitalista al lado de Alemania y
de la nueva China.
Rusia atraviesa por una crisis política de proporciones
nacionales, pro una crisis que afecta precisamente las bases de la estructura
estatal, y en modo alguno cualquier parte secundaria de ella, afecta los
cimientos del edificio y no tal o cual accesorio, tal o cual piso. Por más que charlen nuestros
liberales y liquidadores proclamando que “gracias a dios tenemos constitución”
y que tales o cuales reformas políticas están a la orden del día (la estrecha
relación entre la primera y segunda tesis sólo puede escapársele a gentes de
muy pocos alcances), y por mucha agua reformista que se vierta, no cambiarán
las cosas: no hay un solo liquidador o liberal capaz de indicar una salida
reformista de la situación.
El estado de las masas de la población de Rusia, el empeoramiento
de la situación en virtud de la nueva política agraria (a la que han tenido que
apelar los terratenientes-feudales como última tabla de salvación), las
circunstancias internacionales y el carácter de la crisis general de nuestro
país constituyen las sumas de las condiciones objetivas que hacen
revolucionaria la situación de Rusia a causa de la imposibilidad de resolver
las tareas de la revolución burguesa por este camino y por los medios existentes
(en manos del gobierno y de las clases explotadoras).
Ese es el cuadro social – económico y político- esa es la
correlación de clases que ha suscitado en Rusia huelgas peculiares, imposibles
en la Europa actual, a la que recurren los renegados de toda laya para sacar
ejemplos, aunque no los extraen de las revoluciones burguesas de ayer (con
visos de revolución proletaria de mañana), si no de la situación “constitucional de hoy”. Ni la opresión de
los de abajo ni la crisis de los de arriba bastan para producir la revolución-
lo único que producirá esa putrefacción del país –si el país dado carece de una
clase revolucionaria capaz de transformar el estado pasivo de opresión en
estado activo de cólera y de insurrección.
El papel de clase verdaderamente avanzada, que clase que
verdaderamente levanta a las masas a la revolución, de clase verdaderamente
capaz de salvar a Rusia de la putrefacción, lo desempeña el proletariado industrial,
que cumple dicha tarea con sus huelgas revolucionarias. Estas huelgas, que los
liberales odian y los liquidadores no han comprendido, son (parafraseando la
resolución de febrero del P.O.S.D.R) “uno de los medios más eficaces para
superar la apatía, la desesperación y la dispersión del proletariado agrícola y
de los campesinos, para despertar su iniciativa y política e incorporarlos a las
acciones revolucionarias más unidas, simultáneas y amplias”[iii].
La clase obrera incorpora a las acciones revolucionarias de
masas de trabajadores y explotados carentes de los derechos elementales y
llevados a la desesperación. La clase obrera los adiestra en la lucha
revolucionaria, los educa para la acción revolucionaria, les explica donde está
y en qué consiste la salida y la salvación. No les enseña con palabras, sino
con hechos, mediante el ejemplo; ejemplo que no consiste en la aventura de
algún héroe aislado, sino en la acción revolucionaria de las masas, que abarca
reivindicaciones políticas y económicas.
¡qué sencillas, qué comprensibles, qué entrañables son estas
ideas para cualquier obrero honrado que entienda aunque sólo sea los rudimentos
de la doctrina del socialismo y la democracia! ¡Qué ajenas son para los
apóstatas intelectuales del socialismo y traidores de la democracia que en los
periódicos liquidacionistas denigran la “clandestinidad”, que se mofan de ella,
asegurando a los bobos ingenuos que ellos también son socialdemocrátas!.
La celebración del Primero de Mayo por el proletariado de
Petesburgo, seguido de toda Rusia, han vuelto a demostrar por enésima vez, a
los que tienen ojos para ver y oídos para oir, la magna trascendencia histórica
que tiene la clandestinidad revolucionaria en la Rusia de nuestros días. Antes
de la celebración del Primero de Mayo, como antes del 9 de enero, como en
vísperas del tricentenario de los Romanov, y como el 4 de abril[iv],
la única organización del P.O.S.D.R. en
Petersburgo, el Comité de Petersburgo, obligó a la prensa burguesa a señala el
hecho de que sus proclamas aparecían en las fábricas una y otra vez.
Estas proclamas cuestan enormes sacrificios. A veces su
aspecto es desaliñado. Alguna de ellas- los llamamientos de la manifestación
del 4 de abril, por ejemplo- no contienen otra cosa que la hora y el lugar que
han de celebrarse: en total, 6 líneas compuestas, por lo visto, en secreto y a
toda prisa, en diversas imprentas, y en caracteres distintos. Hay entre
nosotros gente (“también son socialdemócratas”) que, refiriéndose a estas
condiciones de trabajo de la “clandestinidad”, preguntan con risitas malignas o
contrayendo los labios despectivamente: “si el partido se redujese a la
organización clandestina, ¿cuántos miembros tendría?¿dos o tres centenares?” (Vease en el núm 95 del órgano de los renegados,
Luch, un suelto editorial defendiendo al señor Siedov, quien tiene el
lamentable arrojo de ser un liquidador descarado. Este número de Luch salió 5
días antes de la celebración del Primero de Mayo, es decir, ¡precisamente
cuando la organización clandestina estaba confeccionando las proclamas!).
Señores como los Dan, los Potresóv y Cía, autores de esos
escritos bochornosos no pueden ignorar que ya en 1903 había en el partido miles
de proletarios, que en 1907 ascendían a 150 mil y que también ahora miles y
decenas de miles de obreros editan y difunden hojas, volantes, clandestinas
como miembros de las células clandestinas del P.O.S.D.R. Pero los señores
liquidadores saben que la “legalidad” stolypniana los preserva de la refutación
legal de sus infames mentiras y de sus “muecas”, más infames aún, respecto de
la clandestinidad.
¡Fíjense hasta qué punto se han divorciado del movimiento
obrero de masas y de la labor revolucionaria en general estos seres
despreciables! Tomen incluso su rasero falsificado ex profeso para agradar a
los liberales. Admitan por un momento que en la confección y difusión de estas
hojas clandestinas han participado “dos, tres centenares” de obreros de
Petersburgo.
¿Qué es lo que se infiere? “dos o tres centenares” de
obreros, la flor del proletariado de San Petersburgo, hombres que, además de
llamarse socialdemócratas, trabajan como tales, y, en virtud de ello, son
respetados y apreciados por toda la clase obrera de Rusia, hombres que no
desgañitan hablando de “un partido amplio”, pero que, en la práctica,
constituyen el único partido socialdemócrata que existe clandestinamente en
Rusia, son quienes editan y reparten las hojas clandestinas. Los liquidadores
de Luch se ríen con desprecio (bajo la protección de los censores de Stolypin),
de los “dos o tres centenares”, de la “clandestinidad”, de la “exageración” de
su importancia, etc.
Y de pronto, ¡Oh, prodigio!, respondiendo una decisión
redactada por 5 o 7 miembros de la comisión ejecutiva del Comité de Petersburgo
y a una proclama confeccionada y repartida por “dos tres centenares” de
hombres, se alzan como uno solo, doscientos cincuenta mil obreros de
Petersburgo.
Esas hojas volantes y los discursos revolucionarios de los
obreros en mitines y manifestaciones no hablan de “un partido obrero abierto”
ni de “la libertad de asociación”, ni de otras reformas por el estilo, con cuyo
espectro atontan los liberales al pueblo. Hablan de la revolución como única
salida de la situación. Hablan de la república como única consigna que frente a
la mentira de los liberales respecto de las reformas, indica el cambio necesario
para garantizar la libertad y señala cuáles son las fuerzas capaces de
levantarse conscientemente para lograrlo.
Todo Petersburgo con sus 2 millones de habitantes, ve y oye
estos llamamientos a la revolución que penetran profundamente en el corazón de
cada capa trabajadora y oprimida. Todo Petersburgo puede ver, en un ejemplo
vivo y de masas dónde es la salida, y, al mismo tiempo, la falacia de la
cháchara reformista de los liberales. Miles de ligaciones de los obreros-y
cientos de periódicos burgueses, obligados a hablar, aunque sea con
cuentagotas, de la acción de Petersburgo-difunden en toda Rusia la noticia de
la tenaz lucha del proletariado de la capital. También a la masa del campo y al
ejército, compuesto de campesinos, llegan informes de las huelgas, de las
reivindicaciones revolucionarias de los obreros, de la lucha de estos por la
república y por la confiscación de las tierras de los terratenientes en favor
de los campesinos. Lenta, pero firmemente, la huelga revolucionaria sacude,
despierta, ilustra y organiza las masas populares para la revolución.
Estos “dos,tres centenares” de “militantes de la
clandestinidad” expresan los intereses y las necesidades de millones y decenas
de millones de seres diciéndole la verdad acerca de los insoluble de la
situación, abriéndole los ojos para que vean la necesidad de la lucha
revolucionaria, inculcándole fe en ella, dándole las consignas justas y
apartando a estas masas de la influencia de las consignas reformistas de la
burguesía, y rimbombantes y falsas de arriba abajo. Y las “dos o tres” decenas
de intelectuales liquidacionistas embaucan a los obreros atrasados con el
dinero reunido en el extranjero o donado por los comerciantes liberales, e
introducen en los medios obreros las consignas de esta burguesía.
La huelga de mayo, igual que todas las huelgas
revolucionarias de 1912 y 1913 nos muestran con claridad los tres campos
políticos en que se divide la Rusia actual: el campo de los verdugos y
feudales, de la monarquía y de la Ojrana, que han hecho en cuanto a
ferocidades, todo lo que pudo y que ahora es ya impotente contra las masas
obreras; el campo de la burguesía, que toda ella, desde los kadetes hasta los octubristas,
grita y gime reclamando reformas y dándose a sí misma patente de “tonta” por
admitir la posibilidad de las reformas en Rusia; y el campo de la revolución,
único que expresa los intereses de las masas oprimidas.
Todo este trabajo ideológico y político en este campo sólo
corre a cargo de la socialdemocracia clandestina, que sabe utilizar toda la
posibilidad legal precisamente para sus fines y que está ligada por lazos
indisolubles a la clase de la vanguardia, al proletariado. Nadie puede predecir
si esta clase avanzada logrará llevar a las masas a la revolución victoriosa.
Pero esta clase cumple con su deber de guiar a las masas hacia dicha salida, a
despecho de todos los titubeos y traiciones de los liberales, y de los que “
también son socialdemócratas”. Todo cuanto hay de vivo y de viable en el
socialismo ruso y en la democracia rusa se educa exclusivamente en el ejemplo y
bajo la dirección de la lucha revolucionaria del proletariado.
La celebración del 1º de mayo de este año ha demostrado al
mundo entero que el proletariado ruso marcha con firmeza por su senda
revolucionaria, fuera de la cual no hay salvación para Rusia, que se ahoga y se
pudre en vida.
[i]
Se alude a las manifestaciones eslavófilas organizadas por los elementos nacionalistas
reaccionarios en Petersburgo, los días 17,18 y 24 de marzo (30 y 31 de marzo, y
6 de abril) de 1913, con motivo de las victorias Serbiobúlgaras sobre los
turcos en la Primera Guerra Balcánica. Los elementos reaccionarios pretendían utilizar
la lucha de liberación nacional de los pueblos balcánicos en beneficio de las
expoliadoras políticas de Gran Potencia, aplicadas por el zarismo ruso en el
Cercano oriente.
[ii]
La huelga general de Bélgica se llevó a cabo del 14 al 24 de abril de 1913. El
proletariado belga exigía una reforma constitucional que concediese el sufragio
universal e igual. De un total de más de 1 millón de obreros, participaron de
la huelga, 400 a 500 mil. Pravda informaba sistemáticamente de la huelga, dando
cuenta de las colectas de los obreros rusos para los huelguistas.
[iii]
Vease: V.I.Lenin, Obras Completas, Tomo
XVIII.
[iv]
Lenin se refiere al primer
aniversario de la matanza de Lena en 1912, conmemorado por los obreros de
Petersburgo como una huelga de 24hs, en la que participaron más de 85.000
obreros.
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