lunes, 30 de abril de 2012

LA CELEBRACIÓN DEL PRIMERO DE MAYO POR EL PROLETARIADO REVOLUCIONARIO


Interesante discurso del 1º de mayo de 1913, de Lenin. 
Lo tipeamos con el compañero Guille, (textual, incluso las referencias son las de la edición de Cartago), porque no lo encontramos digitalizado. Para el/la que las tenga está en el Tomo XIX de las Obras Completas.
Leer un texto que no considera al 1º de mayo como mero recordatorio histórico y el raconto de hechos, si no por la necesaria reflexión y por la síntesis que hace de la importancia de la tarea cotidiana del partido en las tareas preparatorias, en ser parte de la preparación de las condiciones subjetivas para la revolución, el periódico y las publicaciones de agitación. La diferencia que necesariamente hay que hacer entre partido de masas y partido con influencia de masas. El trabajo abierto y clandestino del partido. Y el rol a jugar por el proletariado industrial, acaudillando a los demás sectores de clases explotadas y oprimidas.
Y la dura advertencia de la experiencia que necesariamente tienen que hacer las masas en las huelgas revolucionarias, y contra la falta de "fe" de los reformistas de toda calania.
Vir-1º de mayo, 2012


LA CELEBRACIÓN DEL PRIMERO DE MAYO POR EL PROLETARIADO REVOLUCIONARIO
Lenin, 1913

Se ha cumplido el primer aniversario de los sucesos de  Lena y el primer auge decidido del movimiento obrero revolucionario después del golpe de estado del 3 de junio. Las Centurias negras zaristas y los terratenientes, la banda de funcionarios y la burguesía han celebrado el tricentenario de saqueos, de pillaje semejante a la de las invasiones tártaras y del envilecimiento de Rusia por los Romanov. La IV Duma se ha reunido y ha iniciado “su trabajo” falta de fe en él y sin la energía contrarevolucionaria de antaño. El desconcierto y el tedio se ha apoderado de la sociedad liberal que rumía con desganos sus llamamientos a las reformas.

Y al mismo tiempo reconoce la imposibilidad de nada que se le parezca.
Y de buenas a primeras, hiende el aire, como un rayo en medio de la atmósfera brumoso, morecina y melancólica, la celebración del 1º de mayo por la clase obrera de Rusia, que al principio hizo su ensayo en Riga y luego actuó con decisión en Petersburgo, en el día del 1º de mayo, según el calendario de estilo antiguo. A cientos de viejos revolucionarios, a quienes aún no han rematado ni doblegado las persecusiones de los verdugos y la apostasía de los amigos, y también ante millones de hombres de la nueva generación de demócratas y socialistas han vuelto a plantearse en toda su grandeza las tareas de la próxima revolución y se han delineado las fuerzas de la clase de vanguardia que la dirige.
Ya unas cuantas semanas antes del Primero de Mayo, el gobierno daba la impresión de haber perdido la cabeza, y a la actitud de los señores fabricantes era la de gente sin juicio. Parecía que las detenciones y registros no habían dejado piedra sobre piedra en todos los barrios obreros de la capital. Las provincias no quedaron a la zaga del centro. Los fabricantes, agitados, convocaban asambleas, hacían declaraciones contradictorias, ya amenazando con represalias y lockouts, ya cediendo de antemano y resignándose a cerrar las fábricas, tan pronto incitando al gobierno a cometer ferocidades, como reprochándole y exhortándolo a incluir el Primero de Mayo entre los días “festivos”.
Pero de nada sirvió que se esforzase la gendarmería, que “limpiase” las barriadas fabriles, que detuviese a diestro y siniestro, guiándose por la última “lista de sospechosos”. Los obreros se reían de la impotente rabia de la pandilla zarista y de la clase de los capitalistas, tomaban a la chacota los tonantes y repartían-o transmitían de boca en boca- versos satíricos y sacaban a la luz, como por arte de magia, nuevos y nuevos puñados de hojas volantes pequeñas, mal impresas, cortas y simples, pero convincentes, exhortando a la huelga, y a la manifestación, y evocando las viejas consignas revolucionarias íntegras de la socialdemocracia, que dirigió en 1905 el primer asalto de las masas contra la autocracia y la monarquía.
Cien mil huelguistas hubo el Primero de Mayo-decía al día siguiente la prensa gubernamental-. Ciento veinticinco mil –informaban los periódicos burgueses en los primeros despachos telegráficos (Kievskaia Misl)-. Ciento cincuenta mil –telegrafiaba desde Petersburgo el corresponsal del órgano central de la socialdemocracia alemana-. Y un día más tarde, toda la prensa burguesa daba ya la cifra de doscientos /doscientos veinte mil. ¡En realidad, el número de huelguistas ascendió a doscientos cincuenta mil!.
Pero aparte del número de huelguistas del Primero de Mayo, fueron mucho más imponentes – y mucho más significativas- las manifestaciones revolucionarias de los obreros en las calles cantando himnos revolucionarios y exhortando clamorosamente a la revolución en todos los suburbios de la capital y en todos los extremos de esta, las multitudes obreras, que enarbolaban banderas rojas, se batieron durante varias horas contra las fuerzas de la policía y de la Ojrana, a las que movilizó el gobierno con energía decuplicada. Y los obreros supieron dar a entender a los esbirros  más acérrimos del zarismo que la lucha no era una bagatela, que la policía no se enfrentaba con cuatro eslavófilos de juguete[i], que se habían alzado verdaderamente las masas, de la clase trabajadora de la capital.
La manifestación abierta de los anhelos revolucionarios del proletariado, de sus fuerzas revolucionarias, templadas y solidificadas con nuevas generaciones en sus llamamientos revolucionarios al pueblo y a los pueblso de Rusia, resultó, en verdad, brillante. Si el año pasado el gobierno y los patronos podían consolarse pensando que el estallido del Lena era imposible de preveer, y, por consiguiente, no había modo de adoptar medidas perentorias para atajar sus derivaciones, la previsión de la monarquía fue esta vez de lo más exacta, el tiempo para aprestarse fue larguísimo, y las “medidas” tomadas de lo más “enérgicas”; y todo ello trajo como resultado una revelación palmaria de la impotencia de la monarquía zarista ante el despertar revolucionario de las masas proletarias.
Si, el año de lucha huelguística transcurrido desde los sucesos del Lena han evidenciado-a pesar de los aullidos lastimeros de los liberales y de sus acólitos contra “el frenesí huelguístico”, contra las huelgas “sindicalistas”, contra la combinación de la huelga económica con la huelga política y viceversa-la potencia del arma insustituible que se forjó el proletariado socialdemócrata, en esta época revolucionaria, para hacer la agitación entre las masas, para despertarlas, para atraerlas en la lucha. La huelga revolucionaria de masas no daba al adversario ni paz ni tregua. A más de afectar el bolsillo del enemigo, pisoteaba en el lodo a la vista del todo el mundo el prestigio político del gobierno zarista, supuestamente “fuerte”; permitía que sectores obreros cada vez más numerosos recuperasen aunque sólo fuese una partícula de las conquistas del año de 1905; atraía ala lucha a nuevas capas de trabajadores, abarcando hasta los más atrasados; y, sin agotar la fuerza de los obreros, por tratarse casi siempre de una acción breve y demostrativa, preparaba, al mismo tiempo, nuevas acciones abiertas de las masas, todavía más imponentes y más revolucionarias: las manifestaciones callejeras.
El número de huelguistas políticos, el tesón, la diversidad y la energía de las huelgas de Rusia no se han observado en ningún otro país del mundo en el último año. Ya de por si, esta circunstancia revela toda la ruindad y toda la despreciable necedad de los sabios liberales y liquidacioncitas que pretendían “enmendar” la táctica seguida por los obreros en los años 1923 y 1913, adaptándola a la norma de los períodos constitucionales “europeos”, períodos en que predomina la labor preparatoria  de ilustración socialista y de educación de las masas.


La enorme preponderancia de las huelgas rusas sobre la de los demás países – los más adelantados- no habla en modo alguno de cualidades particulares o facultades especiales de los obreros de Rusia, si no solo de la existencia de condiciones especiales en la Rusia actual, de la existencia de una situación revolucionaria, de la gestación de una crisis revolucionaria inminente. Cuando en Europa se avecine un momento análogo de gestación de la revolución (allí será una revolución socialista, y no democrático burguesa como en nuestro país), el proletariado de los países capitalistas  más desarrollados desplegará una energía incomparablemente mayor en sus huelgas revolucionarias,  en las manifestaciones y en la lucha armada contra los defensores de la esclavitud asalariada.
La huelga de mayo de este año, al igual que una serie de huelgas registradas en Rusia durante el último año y medio reviste carácter revolucionario, a diferencia, no sólo de las huelgas económicas corrientes, si no también de las demostrativas y de aquellas huelgas políticas en que se exigían reformas constitucionales, como , por ejemplo, la última huelga de Bélgica[ii]. Los prisioneros de la ideología liberal, que han perdido la costumbre de enfocar los fenómenos, desde el punto de vista revolucionario, no aciertan a comprender de ningún modo esta peculiaridad de las huelgas rusas, determinada plenamente por la situación revolucionaria de Rusia. La época de la contrarevolución  y del apogeo de la tendencia adjuracionista ha dejado demasiada gente de ese jaez incluso entre los que desean llamarse socialdemócratas.
Rusia vive una situación revolucionaria porque se ha agudizado al máximo la opresión de la aplastante mayoría de la población, no sólo del proletariado, sino de las 9/10 partes delos productores, en especial de los campesinos, siendo de notar que la opresión agudizada, el hambre, la miseria, la ausencia de derechos y los ultrajes al pueblo se hallan en flagrante desacuerdo con el estado de las fuerzas productivas de Rusia, con el grado de conciencia y con el nivel de las reivindicaciones de las masas, despertadas por el año 1905, así como con el estado de cosas en todos los países vecinos, no sólo europeos, sino también asiáticos.
Mas con ello no basta. La sola presión por grande que sea no siempre origina una situación revolucionaria en un país. Para que estalle la revolución no basta con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces. Eso es exactamente lo que observamos hoy en Rusia. La crisis política madura a ojos vistas. La burguesía ha hecho todo lo que ella dependía para apoyar a la contrarevolución y lograr un “desarrollo pacífico” sobre la base de la misma. Ha subvencionado a los verdugos y feudales en la medida en que estos lo deseaban; ha difamado la revolución, ha renegado de ella; ha lamido las botas a Purishkievich y el látigo de Markov II,  se ha convertido en servidora de ellos, ha inventado teoría argumentadas “a la europea”, para cubrir de lodo la revolución supuestamente “intelectual” del año 1905 y tildarla de pecaminosa, ladrona, antiestatal,  etc, etc.
Y pese a haber sacrificado su bolsillo, su honor y su conciencia, la propia burguesía, desde los Kadetes hasta los octubristas, reconocen que la autocracia y los terratenientes no pudieron garantizar un “desarrollo pacífico”, no pudieron garantizar las condiciones elementales de “orden” y de “legalidad”, sin las que no puede vivir en el S XX un país capitalista al lado de Alemania y de la nueva China.
Rusia atraviesa por una crisis política de proporciones nacionales, pro una crisis que afecta precisamente las bases de la estructura estatal, y en modo alguno cualquier parte secundaria de ella, afecta los cimientos del edificio y no tal o cual accesorio, tal  o cual piso. Por más que charlen nuestros liberales y liquidadores proclamando que “gracias a dios tenemos constitución” y que tales o cuales reformas políticas están a la orden del día (la estrecha relación entre la primera y segunda tesis sólo puede escapársele a gentes de muy pocos alcances), y por mucha agua reformista que se vierta, no cambiarán las cosas: no hay un solo liquidador o liberal capaz de indicar una salida reformista de la situación.
El estado de las masas de la población de Rusia, el empeoramiento de la situación en virtud de la nueva política agraria (a la que han tenido que apelar los terratenientes-feudales como última tabla de salvación), las circunstancias internacionales y el carácter de la crisis general de nuestro país constituyen las sumas de las condiciones objetivas que hacen revolucionaria la situación de Rusia a causa de la imposibilidad de resolver las tareas de la revolución burguesa por este camino y por los medios existentes (en manos del gobierno y de las clases explotadoras).
Ese es el cuadro social – económico y político- esa es la correlación de clases que ha suscitado en Rusia huelgas peculiares, imposibles en la Europa actual, a la que recurren los renegados de toda laya para sacar ejemplos, aunque no los extraen de las revoluciones burguesas de ayer (con visos de revolución proletaria de mañana), si no de la situación  “constitucional de hoy”. Ni la opresión de los de abajo ni la crisis de los de arriba bastan para producir la revolución- lo único que producirá esa putrefacción del país –si el país dado carece de una clase revolucionaria capaz de transformar el estado pasivo de opresión en estado activo de cólera y de insurrección.
El papel de clase verdaderamente avanzada, que clase que verdaderamente levanta a las masas a la revolución, de clase verdaderamente capaz de salvar a Rusia de la putrefacción, lo desempeña el proletariado industrial, que cumple dicha tarea con sus huelgas revolucionarias. Estas huelgas, que los liberales odian y los liquidadores no han comprendido, son (parafraseando la resolución de febrero del P.O.S.D.R) “uno de los medios más eficaces para superar la apatía, la desesperación y la dispersión del proletariado agrícola y de los campesinos, para despertar su iniciativa y política e incorporarlos a las acciones revolucionarias más unidas, simultáneas y amplias”[iii].
La clase obrera incorpora a las acciones revolucionarias de masas de trabajadores y explotados carentes de los derechos elementales y llevados a la desesperación. La clase obrera los adiestra en la lucha revolucionaria, los educa para la acción revolucionaria, les explica donde está y en qué consiste la salida y la salvación. No les enseña con palabras, sino con hechos, mediante el ejemplo; ejemplo que no consiste en la aventura de algún héroe aislado, sino en la acción revolucionaria de las masas, que abarca reivindicaciones políticas y económicas.
¡qué sencillas, qué comprensibles, qué entrañables son estas ideas para cualquier obrero honrado que entienda aunque sólo sea los rudimentos de la doctrina del socialismo y la democracia! ¡Qué ajenas son para los apóstatas intelectuales del socialismo y traidores de la democracia que en los periódicos liquidacionistas denigran la “clandestinidad”, que se mofan de ella, asegurando a los bobos ingenuos que ellos también son socialdemocrátas!.
La celebración del Primero de Mayo por el proletariado de Petesburgo, seguido de toda Rusia, han vuelto a demostrar por enésima vez, a los que tienen ojos para ver y oídos para oir, la magna trascendencia histórica que tiene la clandestinidad revolucionaria en la Rusia de nuestros días. Antes de la celebración del Primero de Mayo, como antes del 9 de enero, como en vísperas del tricentenario de los Romanov, y como el 4 de abril[iv], la única organización  del P.O.S.D.R. en Petersburgo, el Comité de Petersburgo, obligó a la prensa burguesa a señala el hecho de que sus proclamas aparecían en las fábricas una y otra vez.
Estas proclamas cuestan enormes sacrificios. A veces su aspecto es desaliñado. Alguna de ellas- los llamamientos de la manifestación del 4 de abril, por ejemplo- no contienen otra cosa que la hora y el lugar que han de celebrarse: en total, 6 líneas compuestas, por lo visto, en secreto y a toda prisa, en diversas imprentas, y en caracteres distintos. Hay entre nosotros gente (“también son socialdemócratas”) que, refiriéndose a estas condiciones de trabajo de la “clandestinidad”, preguntan con risitas malignas o contrayendo los labios despectivamente: “si el partido se redujese a la organización clandestina, ¿cuántos miembros tendría?¿dos o tres centenares?” (Vease  en el núm 95 del órgano de los renegados, Luch, un suelto editorial defendiendo al señor Siedov, quien tiene el lamentable arrojo de ser un liquidador descarado. Este número de Luch salió 5 días antes de la celebración del Primero de Mayo, es decir, ¡precisamente cuando la organización clandestina estaba confeccionando las proclamas!).
Señores como los Dan, los Potresóv y Cía, autores de esos escritos bochornosos no pueden ignorar que ya en 1903 había en el partido miles de proletarios, que en 1907 ascendían a 150 mil y que también ahora miles y decenas de miles de obreros editan y difunden hojas, volantes, clandestinas como miembros de las células clandestinas del P.O.S.D.R. Pero los señores liquidadores saben que la “legalidad” stolypniana los preserva de la refutación legal de sus infames mentiras y de sus “muecas”, más infames aún, respecto de la clandestinidad.
¡Fíjense hasta qué punto se han divorciado del movimiento obrero de masas y de la labor revolucionaria en general estos seres despreciables! Tomen incluso su rasero falsificado ex profeso para agradar a los liberales. Admitan por un momento que en la confección y difusión de estas hojas clandestinas han participado “dos, tres centenares” de obreros de Petersburgo.
¿Qué es lo que se infiere? “dos o tres centenares” de obreros, la flor del proletariado de San Petersburgo, hombres que, además de llamarse socialdemócratas, trabajan como tales, y, en virtud de ello, son respetados y apreciados por toda la clase obrera de Rusia, hombres que no desgañitan hablando de “un partido amplio”, pero que, en la práctica, constituyen el único partido socialdemócrata que existe clandestinamente en Rusia, son quienes editan y reparten las hojas clandestinas. Los liquidadores de Luch se ríen con desprecio (bajo la protección de los censores de Stolypin), de los “dos o tres centenares”, de la “clandestinidad”, de la “exageración” de su importancia, etc.
Y de pronto, ¡Oh, prodigio!, respondiendo una decisión redactada por 5 o 7 miembros de la comisión ejecutiva del Comité de Petersburgo y a una proclama confeccionada y repartida por “dos tres centenares” de hombres, se alzan como uno solo, doscientos cincuenta mil obreros de Petersburgo.
Esas hojas volantes y los discursos revolucionarios de los obreros en mitines y manifestaciones no hablan de “un partido obrero abierto” ni de “la libertad de asociación”, ni de otras reformas por el estilo, con cuyo espectro atontan los liberales al pueblo. Hablan de la revolución como única salida de la situación. Hablan de la república como única consigna que frente a la mentira de los liberales respecto de las reformas, indica el cambio necesario para garantizar la libertad y señala cuáles son las fuerzas capaces de levantarse conscientemente para lograrlo.
Todo Petersburgo con sus 2 millones de habitantes, ve y oye estos llamamientos a la revolución que penetran profundamente en el corazón de cada capa trabajadora y oprimida. Todo Petersburgo puede ver, en un ejemplo vivo y de masas dónde es la salida, y, al mismo tiempo, la falacia de la cháchara reformista de los liberales. Miles de ligaciones de los obreros-y cientos de periódicos burgueses, obligados a hablar, aunque sea con cuentagotas, de la acción de Petersburgo-difunden en toda Rusia la noticia de la tenaz lucha del proletariado de la capital. También a la masa del campo y al ejército, compuesto de campesinos, llegan informes de las huelgas, de las reivindicaciones revolucionarias de los obreros, de la lucha de estos por la república y por la confiscación de las tierras de los terratenientes en favor de los campesinos. Lenta, pero firmemente, la huelga revolucionaria sacude, despierta, ilustra y organiza las masas populares para la revolución.
Estos “dos,tres centenares” de “militantes de la clandestinidad” expresan los intereses y las necesidades de millones y decenas de millones de seres diciéndole la verdad acerca de los insoluble de la situación, abriéndole los ojos para que vean la necesidad de la lucha revolucionaria, inculcándole fe en ella, dándole las consignas justas y apartando a estas masas de la influencia de las consignas reformistas de la burguesía, y rimbombantes y falsas de arriba abajo. Y las “dos o tres” decenas de intelectuales liquidacionistas embaucan a los obreros atrasados con el dinero reunido en el extranjero o donado por los comerciantes liberales, e introducen en los medios obreros las consignas de esta burguesía.
La huelga de mayo, igual que todas las huelgas revolucionarias de 1912 y 1913 nos muestran con claridad los tres campos políticos en que se divide la Rusia actual: el campo de los verdugos y feudales, de la monarquía y de la Ojrana, que han hecho en cuanto a ferocidades, todo lo que pudo y que ahora es ya impotente contra las masas obreras; el campo de la burguesía, que toda ella, desde los kadetes hasta los octubristas, grita y gime reclamando reformas y dándose a sí misma patente de “tonta” por admitir la posibilidad de las reformas en Rusia; y el campo de la revolución, único que expresa los intereses de las masas oprimidas.
Todo este trabajo ideológico y político en este campo sólo corre a cargo de la socialdemocracia clandestina, que sabe utilizar toda la posibilidad legal precisamente para sus fines y que está ligada por lazos indisolubles a la clase de la vanguardia, al proletariado. Nadie puede predecir si esta clase avanzada logrará llevar a las masas a la revolución victoriosa. Pero esta clase cumple con su deber de guiar a las masas hacia dicha salida, a despecho de todos los titubeos y traiciones de los liberales, y de los que “ también son socialdemócratas”. Todo cuanto hay de vivo y de viable en el socialismo ruso y en la democracia rusa se educa exclusivamente en el ejemplo y bajo la dirección de la lucha revolucionaria del proletariado.
La celebración del 1º de mayo de este año ha demostrado al mundo entero que el proletariado ruso marcha con firmeza por su senda revolucionaria, fuera de la cual no hay salvación para Rusia, que se ahoga y se pudre en vida.


[i] Se alude a las manifestaciones eslavófilas organizadas por los elementos nacionalistas reaccionarios en Petersburgo, los días 17,18 y 24 de marzo (30 y 31 de marzo, y 6 de abril) de 1913, con motivo de las victorias Serbiobúlgaras sobre los turcos en la Primera Guerra Balcánica. Los elementos reaccionarios pretendían utilizar la lucha de liberación nacional de los pueblos balcánicos en beneficio de las expoliadoras políticas de Gran Potencia, aplicadas por el zarismo ruso en el Cercano oriente.
[ii] La huelga general de Bélgica se llevó a cabo del 14 al 24 de abril de 1913. El proletariado belga exigía una reforma constitucional que concediese el sufragio universal e igual. De un total de más de 1 millón de obreros, participaron de la huelga, 400 a 500 mil. Pravda informaba sistemáticamente de la huelga, dando cuenta de las colectas de los obreros rusos para los huelguistas.
[iii] Vease:  V.I.Lenin, Obras Completas, Tomo XVIII.
[iv] Lenin se refiere al primer aniversario de la matanza de Lena en 1912, conmemorado por los obreros de Petersburgo como una huelga de 24hs, en la que participaron más de 85.000 obreros. 

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